“El terror me hizo crecer”, Alberto Laiseca

Nació en los suburbios de Rosario en 1941. En 1998 publicó su novela «Los Sorias» de más de 1500 páginas (la más larga de la literatura argentina, hasta el momento de la entrevista). Alcanzó gran popularidad por un programa de cuentos de terror en el que presentaba películas vestido de monstruo.

Al tocar el timbre de su casa, el autor emergió de la oscuridad del pasillo. Es fácil percatarse de su presencia, es altísimo y corpulento. En su hogar nos recibieron dos gatitas y dos perros. El resto de la escena estaba compuesto por escritorios, una biblioteca con cientos de libros forrados de la misma manera, botellas de cerveza y ceniceros a reventar de colillas.

Durante la entrevista, Laiseca bromeó con la fotógrafa, cuando ella lo enfocaba, rugía y transformaba su mano en una garra. Es un monstruo convertido en autor y actor.

¿En qué está trabajando ahora?
En muchas cosas. Estoy elaborando la segunda parte de mi “Manual Sadomasoporno” con leyes termodinámicas del sexo. También narrando cuentos de terror en el centro cultural ZAS, y doy clases.
¿De qué trata su “Manual Sadomasoporno”?
Es una historia de amor que comienza con un tipo que cree que se las sabe todas, pero termina enroscado en un alambre de púas, dando pataditas. La historia contempla un punto que es medular en toda mi obra: la humanización. Eso es lo más importante para mí porque yo fui un tipo muy inhumano. A los 17 años era bien malo, tanto que vos no tomarías un café conmigo.
¿Qué hacía?, ¿por qué era tan malo?
No me quiero ni acordar de lo que hice ni de las razones. Lo que sí importa es que me di cuenta de que iba a terminar mal, y que la vida no era para eso.
¿Cómo se dio cuenta?
No lo sé. Esos son los misterios de la alquimia del alma. Lo cierto es que me comencé a humanizar con mis escasas herramientas, tardé décadas en hacerme una buena persona, útil a los demás y a mí mismo.
Eso se nota en mis obras. En “Los Sorias” hablo de la humanización de un dictador, porque hasta un déspota se puede humanizar si quiere y si lo ayudan.

Su faceta de narrador de cuentos de terror, ¿le aporta a su labor como escritor?
Muchísimo, porque me humaniza, al obligarme a mirar y a escuchar a los otros. Así como cuando comencé a tener alumnos.

El secreto de la sabiduría es observar y escuchar, sólo así podemos descubrir lo que el mundo tiene para nosotros. Hay misterios que no están al alcance de uno, que jamás lo estarán, pero siempre podemos explorar cosas nuevas del mundo y del alma.
A mí me gusta mucho llegar a los niños, pero es bueno y malo al mismo tiempo. Lo bueno es que les estimulo el gusto por la lectura. Sin lectura estamos perdidos. Pero lo malo es que no me puedo largar a decir cosas como que el monstruo le agarró las tetas a la víctima y se las tironeó. Me restrinjo por respeto a ellos.
¿Cómo es la respuesta de los niños?, ¿lloran?
No lloran, máximo se asustan. Los niños sólo lloran si vos hacés mala onda para hacerlos llorar.
¿En su infancia escuchó cuentos de terror?
Sí, iba a casa de unas viejitas en Camilo Aldao. Me daba miedo, pero iba. Sólo se crece cuando se enfrentan los miedos. A mí el terror me hizo crecer. Eso busco que ocurra con los chicos a quienes les cuento historias.

¿Le gusta la actuación?
Hace muchos años yo estaba muy mal y pensé en el suicidio, y estando solito en un lugar con un grabador comencé a hacer obras, fabricaba personajes y hacía todos los papeles. Eso me salvó. Pero jamás imaginé que iba a trabajar como actor, y hace poco hicimos la película “El Artista”, en la que interpreto un papel principal.


Entrevista publicada en la Revista «Hecho en Buenos Aires» en Buenos Aires, agosto 2008.

Comunicador Social (UCAB). Editor de textos (Universidad Complutense de Madrid). Colaborador en varios medios de comunicación.

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